Los denominados "Húngaros del 55", se constituyeron en toda una generación de jugadores de fútbol, que militaron en el Club San José de Oruro. Ese denominativo de los "húngaros" fue a raíz del Mundial de Suiza de 1954, cuando dicha selección hacía "estragos" en la cancha.
San José en esa época jugaba de la misma manera, aquel hecho les permitió salir campeones invictos del fútbol nacional. Se destacaron muchos jugadores como Alfredo Ágreda, Juan Pedro Valdivia, Armando Escóbar, Humberto Murillo, René Torricos, entre otros, y no podría faltar en la lista el arquero, apodado "el Payaso" por su forma de comportamiento en el campo de juego, él es Francisco Bonifacio.
Su historia se inició un año antes, cuando llegó contratado por el Club Bolívar de la ciudad de La Paz, el mismo día que llegó a esa capital, lo instalaron en el Hotel Sucre Palais.
El viaje no le había sentado bien, motivo por el cual se encontraba un poco indispuesto, sin embargo, al día siguiente el Bolívar debía jugar contra el Independiente Santa Fe de Colombia. Bonifacio no quiso jugar aquel partido, debido a su estado físico, sin embargo, los dirigentes del equipo paceño insistieron en que sea parte del equipo titular.
Para el arquero argentino, aquel partido fue un desastre porque perdieron por seis goles a cero. Los dirigentes estaban completamente disgustados con él, incluso lo tacharon de mentiroso de sus antecedentes y creyeron que solo llegó al equipo para ganar dinero con un falso currículum.
Los bolivaristas despidieron a las pocas horas a Bonifacio, le pagaron los pasajes de retorno a Buenos Aires y le dieron algo de dinero para su viaje. Él, sin embargo, se quedó durante unos días y por cuenta propia en La Paz, a fin de conocer los lugares turísticos de la urbe.
Después de satisfacer su espíritu aventurero, tomó el tren que lo llevaría primero a Oruro y luego seguir marcha a su país de origen, Argentina. Cuando llegó a la Alta Tierra de los Urus, un jueves a las 17:00 horas, decidió visitar el centro de la ciudad, ya que el tren esperaría cuatro horas antes de continuar la marcha.
Entonces, decidió acercarse a la Plaza 10 de Febrero e ingresó a tomar un café al Hotel Edén. Una vez allí, unos jóvenes se le acercaron y comenzaron a hablar con Bonifacio, quien, respondiendo a las inquietudes de los dos, contó todo lo que le había sucedido en La Paz.
Inmediatamente y sin pensarlo dos veces, las dos personas le contactaron con un señor de nombre Luis Forns Samsó, quien le pidió que se quede en la ciudad, para jugar para el Oruro Royal Club. El mismo año, un dirigente del club le dio trabajo en su imprenta.
Bonifacio comenzó a jugar y lo que le llamaba la atención era que todos los domingos se llenaba aquel diminuto estadio con cancha de tierra. La gente lo aplaudía y los periódicos de entonces comenzaron a destacar su buen juego. La gente lo trataba muy bien.
Los dirigentes del Club Bolívar anoticiados de aquellas actuaciones épicas, llegaron a la ciudad de Oruro, con la finalidad de recontratar a Bonifacio. Sin embargo, el arquero argentino nunca aceptó sus propuestas, pese a que el dinero que le pagarían era bastante elevado. Él no aceptó las disculpas de los dirigentes paceños, quienes a un principio desconfiaron de su capacidad como guardameta.
Ante esa situación decidió quedarse en Oruro y seguir jugando, Lo que no esperaba, era que pronto cambiaría de equipo, para engrosar las filas de San José de Oruro, un equipo de fútbol que entonces estaba muy bien el campeonato local como en el nacional.
Bonifacio, hacía payasadas en la cancha contra sus rivales, motivo por el cual se ganó el apodo de "el Payaso". Jugó aquel campeonato de 1955 y junto a su equipo salió campeón del fútbol boliviano. El argentino estaba muy agradecido con Oruro, no solo por la oportunidad que le dieron de demostrar a los paceños que era un guardameta de calidad, sino también por el cariño que le demostró la gente, el buen trato que le dieron los dirigentes, que incluso el nombraron jefe de sección en la empresa minera San José, cargo que nunca ocupó.
Bonifacio se encariño con los mineros, compartió con ellos en interior mina y también lo hizo con sus costumbres y tradiciones ofreciendo culto al Tío de la Mina. Así pasó la vida de Bonifacio en el equipo santo, en Oruro, ciudad a la que quiso como si fuese de él, antes de volver a su natal argentina.
* Datos basados en el libro Rescatando la Memoria Colectiva de San José de Eddy Paravicini
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