La historia de San José se sigue escribiendo con letras de oro, porque no es un equipo más como los que están en la División Profesional del fútbol boliviano, no es un cuadro que hace gala de sus títulos, no es un elenco que ostenta una economía que le viene regalada del cielo, no es un equipo que tiene el apoyo de dirigentes nacionales para favorecer los campeonatos, al contrario, es una representación genuina de toda una hinchada que junto a ella sufrió y festejó, porque el campeonato no fue obsequiado en ningún instante, sino se tuvo que luchar hasta el final.
La campaña de San José 2018 fue sinónimo de humildad, como lo fueron los títulos en 1955, 1995 y 2007, con jugadores que entregaron su alma, su vida y su corazón en la cancha, demostrando un profesionalismo envidiable, donde el dinero fue relegado a segundo plano, pese a las múltiples necesidades que se tenían detrás de cada integrante del plantel, familias, hijos, deudas.
Pero no solo esos gladiadores pusieron su granito de arena, sino que también se tuvo un cuerpo técnico sólido que cimentó valores y esperanza para caminar hacia la gloria. La vertebra principal se llamó Eduardo Villegas.
No podemos dejar de lado a la dirigencia "santa", hizo también su parte, quizá fue complicado al momento de asumir el plantel, porque no solo se cargó en la espalda la planilla económica y necesidades que requiere un equipo para enfrentar un campeonato, sino que tuvo el peso adicional de cargar deudas que no las merecía llevar en esta gestión. Ese desafío asumido y el reto de conseguir lo impensado se denominó Wilson Martínez.
A ese carro se sumaron los hinchas, pero aquellos que en ningún momento se doblegaron para apoyar a su equipo, si bien había muchas dificultades, lo importante era estar en la cancha y gritar a voz en cuello cada gol de los "santos", con orgullo, con pasión, pero con humildad.
Se hizo frente a la adversidad con tino, con fe, con paciencia y nuevamente con humildad, que fue la receta del triunfo.
Este recorrido se inició contra The Strongest, se perdió. Pero, había algo que quedaba en el camino y era la presencia de voluntad en el campo de juego. Luego vinieron los otros partidos con victorias y derrotas, a las caídas se sumaron los problemas económicos, huelgas, y en algún momento primó el desánimo e incluso se quiso botar la toalla.
Pero San José es un equipo de altura, que supo sopesar cada tropiezo que se iba dando fuera de la cancha. A ese mal se sumaron las mofas televisivas de medios nacionales y medios impresos, haciendo ver que el equipo vivía una pobreza franciscana.
Lo que no cabía en sus cabezas era ver cómo un equipo impago estaba puntero y sus jugadores sudaban la casaca, eso sí era de valorar, eso sí era resaltar que el fútbol había vuelto a ser el de la esencia con el cual fue concebido, jugar por amor a la camiseta.
Se lo demostró en una época, donde todos los cuadros hacen gala de su poderío económico, sin embargo, San José de Oruro había dado una gran lección al mundo, incluso cuyas epopeyas y problemas salieron más allá de nuestras fronteras y fueron admiradas por la prensa internacional.
CAMPEÓN
Llegaba el minuto 93 del partido, el estadio "Jesús Bermúdez" estaba repleto de gente, de resultadistas, de seguidores fieles y de nuevos hinchas que vieron en la "V" azul en la esperanza de que el fútbol vuelva a ser el de la sinceridad, el de la humildad.
Los segundos eran como horas, el tiempo parecía congelado, la gente era un muro, todos de pie, rezando en sus mentes, otros con las lágrimas en los ojos con la esperanza de gritar: "somos campeones", la lluvia no importó, es más fue ignorada como nunca antes.
Hasta que finalmente el juez Mancilla que se había parcializado gran parte del partido con Royal Pari, pitó el final. El "Bermúdez" explotó de algarabía, los hinchas lloraron de emoción, los jugadores se abrazaron y estaban conscientes que todo el sacrificio que hicieron durante los meses más duros, tuvo su recompensa.
Su carisma de acceder a los hinchas, su presencia para alegrar a los internos del penal de San Pedro, el compartir con los niños de la calle en diferentes actividades, el motivar a la juventud para no dedicarse a las drogas e incluso estar en actividades no vinculadas al fútbol hicieron de ellos unas verdaderas estrellas que brillaron con la humildad que tuvo San José al aceptar que tendría un hijo enviado por Dios.
San José es ese equipo que en las buenas y las malas supo demostrar que no es cualquier o un simple plantel de fútbol, es un equipo de peso, de hombres que taparon la boca hasta de los más escépticos, de gente mala y envidiosa que no quería que los "santos" alcen su cuarta Copa, pero mientras más primaba su mal deseo, más se tuvo la bendición de Dios para lograr el campeonato.
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